Maya Vidal, la adolescente protagonista de la nueva novela de Isabel Allende, que ha caído en el alcohol y las drogas, consigue salir de los barrios bajos de Las Vegas y, huyendo de los traficantes y los agentes del FBI, aterriza en el incontaminado archipiélago de Chiloé.
En estas remotas islas del sur de Chile, en el ambiente de una vida sencilla hecha de magníficos atardeceres, sólidos valores y respeto mutuo, Maya aprende sobre sí misma y su tierra, descubre verdades ocultas y, finalmente, el amor. Estas páginas se alternan con el crudo relato de su difícil historia anterior, una vida de marginalidad y degradación, soledad y malas compañías, en la que cae tras la muerte de su querido abuelo. Isabel Allende vuelve a contar la vida de una mujer valiente en una novela que trata con delicadeza las relaciones humanas: las amistades incondicionales, las historias de amor tan palpables como invisibles, los amores adolescentes y los que duran toda la vida.
Un ritmo trepidante, una prosa desencantada para esta nueva prueba
narrativa teñida de noir y para la enésima galería de mujeres y hombres
de carácter fuerte capaces de amar.
La mayoría de las mujeres que han
salido de la pluma del escritor chileno son seres indomables que no
piden permiso a nadie para vivir, amar y equivocarse, y es precisamente
sobre esta unión de carácter y falibilidad que construyen las premisas
para el amor visceral que los lectores inevitablemente sienten por
ellas.
Desde las numerosas protagonistas de La casa de los
espíritus hasta Eva Luna, desde Inés en la novela homónima hasta Aurora
en Retrato en sepia, pasando por la propia autora y su hija Paula, en el
centro de algunas de las páginas más intensas de la rica producción de
Allende, son las mujeres las que protagonizan las novelas que se leen y
aman en todo el mundo desde hace treinta años.
Por ejemplo, Maya,
la protagonista del último Cuaderno de Maya. Esta es la historia de las
aventuras de Maya Vidal, una chica de 19 años con un pasado más lleno
de acontecimientos y drama que una telenovela latinoamericana. Criada
por sus abuelos, el entrañable Popo, y su esposa Nini, Maya pasó una
larga temporada en Las Vegas hacia el final de su adolescencia, que
sería un eufemismo calificar de turbulenta.
Tras la muerte del hombre
al que seguirá llamando "Mi Popo", de hecho, la chica se encuentra en
un dramático torbellino existencial, que le hace perder todas las
coordenadas y la lleva a meterse en grandes problemas.
Lo
suficientemente grande como para que Nini -la abuela- no encuentre otra
salida que enviar a Maya a un archipiélago del extremo sur de Chile,
Chiloé, donde puede encontrar protección y hospitalidad a la espera de
tiempos mejores.
La protección está garantizada por el
aislamiento que Chiloé ofrece a cada uno de sus habitantes, siendo una
tierra aislada de cualquier ruta turística o interés económico. La
hospitalidad la proporciona Manuel, un antropólogo y amigo de la abuela
Nini, que comprende las muchas cualidades de Maya y le ofrece un
trabajo. El contraste entre Las Vegas de los barrios marginales que Maya
frecuentó durante su problemática adolescencia y la naturaleza
primigenia, salvaje e incontaminada de Chiloé está eficazmente plasmado
en la escritura, y la sugerencia se amplía aún más con el descubrimiento
de un secreto familiar guardado en el entorno simultáneamente edénico y
amenazante de Chiloé.
La historia de "Maya" es la respuesta de
Allende a las plegarias de sus nietos, que llevaban tiempo pidiéndole un
libro con personajes con los que pudieran identificarse, una historia
que también fuera atractiva para los niños de hoy.
Pero hay
que decir que el resultado no está ciertamente en la línea de la
literatura infantil, porque muchas de las situaciones vividas o
recordadas por Maya en el curso de la historia están cargadas de una
brutalidad decididamente inadecuada para un público de lectores muy
jóvenes.
En definitiva, estamos ante un clásico de Allende, con
todos los temas queridos por la autora: el exilio y el retorno, la
voluntad y el carácter como vías para la propia felicidad, y -sobre
todo- la capacidad de realizarse y crecer en la confrontación con los
demás.
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