viernes, 10 de enero de 2025

Reseña de Arlequín de Morris West, una narrazione eccellente, con una storia nientemeno che brillante.

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En estos últimos tiempos he aprovechado para volver a leer algunas novelas que había ya leído hace algunos años atrás y de las cuales me había quedado un grato recuerdo.

Una de ellas es Arlequín del escritor australiano Morris West, el autor de la famosa novela El Abogado del Diablo, que tal vez en otra oportunidad vuelva a releer y comentarles, La Salamandra y muchas otras más que se han transformado en verdaderos best-sellers mundiales.

Como no podia encontrar la novela en mi desordenada biblioteca opte por comprarla vía internet en formato ebook a un precio más que accesible, que si bien no nos da el placer del libro entre manos, podemos, a través de un tablet -en mi caso un viejo, pero resistente y noble iPad- nos permite acceder siempre a la lectura de un libro en forma inmediata en primer lugar, y a un precio tan accesible que necesitaría, en mi caso, varios ebooks para igualar el precio de un normal libro en edicion económica. No hablemos de los encuadernados que tan bien adornan nuestras bibliotecas.

Hechas estas aclaraciones vamos a la reseña del libro.

Reseña

Toda la trama de la novela, del inicio al fin, es relatado es primera persona por el principal amigo de Georges Harlequin -banquero suizo propietaria del banco de negocios homónimo que le dejara en herencia su padre- procurador y legal administrador de la misma, Paul Desmond. Es tan grande la amistad entre ambos que, incluso, Harlequin le ha dado el nombre de su amigo a su hijo que de esta manera se llama Paul Harlequin. Y de paso Desmond es su padrino.

Sin embargo esta amistad, que se entrelaza con pasiones personales y encontradas (Desmond ha estado siempre enamorado de Juliette la esposa de Harlequin y a su vez la secretaria de éste, Suzanne está perdidamente enamorada de su jefe y termina siendo la amante de Desmond)

Todo se desarrolla en un ambiente muy tranquilo, sin violencia ni falsas actitudes. Desmond se ha salvado de la quiebra gracias a la ayuda económica de Harlequin y desde ese momento le guarda un eterno reconocimiento. Harlequin, por su parte, reconociendo sus innegables capacidades directivas lo ha puesto a la cabeza de su grupo financiero.

Es un legal-thriller -como diría John Grisham- ambientado en los años setenta y ahí está la primera novedad. Cuando los computadores recién estaban haciendo su incursión en el mercado de las grandes empresas se desata, de improviso, un verdadero escándalo de espionaje industrial. Y en esto Morris West en un verdadero maestro.

Basil Yanko que ha formado un enorme conglomerado informático (todos lo reconocen como un verdadero genio en el sector) brinda su asistencia a gobiernos, empresas y bancos, entre ellos al grupo Harlequin. Y cuando planea adueñarse de una empresa sabotea los códigos informáticos que él mismo ha creado para convencer a esa empresa que uno de sus directivos la está robando y que se vislumbran en el horizonte una avalancha de juicios y consecuencias civiles, comerciales y penales desastrosas. La única solución es vender, el precio es justo y el momento óptimo. El comprador? Obviamente la Creative Systems Incorporated de Basil Yanko.

Con la mirada actual en una economía moderna en la cual todos somos "pequeños economistas", con conocimientos financieros que a veces no van más alla de las informaciones que leemos en los mass media y redes sociales, el tema en sí mismo parece superado.

Hasta no hace muchos años atrás -digamos inicios de esta última década- era una práctica acostumbrado que Google -por ejemplo- para eliminar a sus competidores primero los adquiría y luego cerraba esos sitios o plataformas. Lo ha hecho en muchos casos hasta quedar (casi) con el monopolio de un mercado en el cual la palabra "googlear" por poco no ha sido incorporada a los diccionarios oficiales.

Sin embargo esta trama escrita y ambientada en los años setenta (la novela fue escrita en el año 1974) casi a medio siglo de nuestros días no deja por eso de ser actual y atrapante. Porque aún hoy en muchos casos se actúa de la misma manera.

Harlequin que hace honor a su nombre ya uno de sus antepasados era arlequín de profes ion tiene un carácter amable, es sumamente erudito, su matrimonio con una hermosa mujer no presenta fisuras sentimentales y los negocios -hasta el momento- marchan viento en popa.

El arlequín (hay un personaje en el Carnaval de Venecia que siempre lleva puesta esa máscara, uno de los más conocidos y queridos) era un personaje muy popular en la Edad Media, especialmente en Italia. Su traje era multicolor y romboidal y tenía muchos atributos, pero entre todos ellos era un saltarín excepcional. Pero lo que llamaba la atención además era la versatilidad del personaje: pícaro, austero, erudito, grosero, la síntesis del colorido de su traje en realidad está señalado por la pobreza, ya que los rombos no son otra cosa -en su version original- que remiendos.

La versatilidad para adaptarse a las diversas circunstancias y esa especie de transformación camaleónica a las mismas definía un poco el carácter de Georges Harlequin. Solo que él había eliminado los aspectos desagradables del personaje medieval para rescatar los valores más puros del mismo.

Paul Desmond, como el mismo se define, era todo lo contrario. Aburrido, sin una presencia física agradable, un matrimonio desastroso varios años atrás que termino con el inevitable divorcio y una tendencia a no mantener la calma cada vez más frecuente. No obstante sus defectos es un amigo leal e incondicional de Harlequin.

Cuando ambos descubren que es todo un fraude, orquestado y llevado adelante por Yanko con directivos corruptos que han sido muy bien pagados le quedan pocos caminos por delante a Harlequin, el más sabio y prudente sería vender.

Sin embargo, en una persona como el que ha tenido siempre todo al alcance de la mano, se va desarrollando poco a poco una especie de metamorfosis. El hombre amable y cordial se transforma en taciturno, de educado y cordial con sus colaboradores pasa ser brusco y autoritario y va erigiendo alrededor suyo una especie de muro que ninguno logra ultrapasar.

Cuando se da cuenta de que el único modo de combatir a Yanko es con sus propias armas, no duda un instante en hacerlo y contacta a través de su amigo aleman Karl Kruger banquero como él y con más años de experiencia en el mercado, un sicario, o como lo llama el mismo Kruger un "profesional del terror". Capaz de matar, chantajear, sobornar, secuestrar a cualquier persona, pero también capaz de neutralizar atentados, proteger la vida de ciudadanos eminentes, etc. Todo es cuestión de pagar. Y el precio es alto.

Se llama Aaron Silberstein, es hebreo, y vive en Nueva York administrando un simple negocio de flores en una de las principales avenidas de la ciudad estadounidense. Llegar a él es complicado, las medidas de seguridad son extremas, pero al final Desmond que decide "ensuciarse las manos" para evitar esta acción desagradable a su jefe logra contactarlo y a partir de ese momento comienza a vislumbrar un mundo tenebroso que nunca se hubiera imaginado en las altas finanzas internacionales.

Testigos asesinados y/o secuestrados pasan a ser una constante. Ellos mismos saben que están bajo el ojo del ciclón al declarar al denunciar públicamente a Yanko de sus actividades criminales. El valor de las acciones de ambas empresas comienza a caer y los mercados están sumamente inestables. Incluso el fraude perpetrado es de 15 millones de dólares y según las pruebas que presentan los analistas de la Creative Systems Incorporated en su calidad de consultores externos demuestran que ese dinero ha ido a parar a una cuenta personal de Harlequin. Obviamente son pruebas falsas, trucadas, pero avaladas por documentos falsificados a la perfección.

Cuando la situación se hace insostenible son raptados el hijo y la gobernante que se encontraban en Suiza no obstante tuvieran custodia policial por un grupo terrorista presumiblemente de origen palestino y japonés. Ambos son dejados en libertad después de pagar un rescate de 2 millones de dólares y haberse ofrecido el mismo Harlequin a substituir en carácter de secuestrados al ama de llaves y a su hijo.

Luego de permanecer 48 horas con sus secuestradores y pagado el rescate Harlequin es dejado en libertad, pero se niega a declarar si llego a algún acuerdo con sus secuestradores para evitar represalias futuras.

Trae a su hijo a los EE. UU. donde está negociando el "affaire Yanko" y en una breve visita a México para descansar y descomprimir la tensión su mujer en asesinada por un sicario llamado Tony Tesoriero. Este luego logra ser identificado por Aaron Silberstein, raptado, drogado, hecha firmar una declaración donde afirma que recibía órdenes de Yanko, y -al-final- eliminado con una inyección letal.

Un mundo brutal y despiadado al cual el gentil hombre que era Harlequin parece adaptarse cada vez con más facilidad. Y que su amigo Paul Desmond rechaza con todas sus fuerzas por una simple cuestión de principios, por más que él también desearía llevar a cabo un acto de venganza y eliminar a Yanko.

A este punto y cuando la amistad parece romperse Harlequin habla con Desmond, le explica los motivos por los que actúa de esta manera, el dolor por la muerte de su esposa, los secuestradores que mantenían a su hijo colgado por el aire desde una ventana del quinto piso en Ginebra y lo libera de todos sus encargos.

Le pide que presente la renuncia, lo indemniza y sigue su guerra privada contra Yanko, quien al ver que no puede adquirir la Harlequin et Cie y los daños a su patrimonio y consecuencias penales pueden ser graves, decide interrumpir las tratativas y llegar a un acuerdo.

El acuerdo prevé anular el tentativo de adquisición e indemnizar a la Harlequin por todos los daños sufrido, en total 25 millones de dólares, casi el doble de la estafa inicial denunciada.

Luego de firmar el acuerdo el fotógrafo (que es una persona de Aaron Silberstein) les dice a todos de quedarse quietos porque la cámara fotográfica en realidad es un arma disfrazada que dispara proyectiles recubiertos de cianuro. Anuncia que el cocktail que apenas había tomado Yanko ha sido envenenado y dentro de pocos minutos hará efectos. La única posibilidad para Yanko es firmar una declaración donde acepta ser responsable del asesinato de su primera mujer, de la consultora que había escrito el informe -en realidad era una agente de Silberstein-, de la mujer de Georges Harlequin y otros crímenes más.

Yanko se niega al inicio, pero luego viendo los efectos que le comenzaba a producir el cocktail se asusta y firma la confesión pidiendo le sea suministrado el anti. En ese momento cae inerte su cabeza sobre el escritorio.

Todos se dan cuenta de que ha sido Harlequin al tramar el supuesto asesinato y lo acusan airadamente. Sin embargo este sonriendo los tranquiliza diciendo que en realidad Yanko se reprenderá después de un largo sueño y el único recuerdo será un gran dolor de cabeza.

Y que actuando, como lo hacía su antepasado, como verdadero arlequín estaba mostrando una cosa que, en realidad, era otra.

Yanko seguiría vivo, pero nunca volvería a ser el mismo por más que esa confesión pudiera ser cuestionada por cualquier abogado en una sede judicial. Lo importante había sido la humillación que Yanko había sufrido delante de las mismas personas que hasta hacía pocas horas antes le rendían honor y pleitesía.

La novela termina cuando todos se reúnen a celebrar el final de la pesadilla en una hostería propiedad de un viejo amigo de Paul Desmond, el mexicano Javier Mendoza, amante del buen vino y las mujeres.

Cuando se están por despedir Harlequin le entrega a Desmond un sobre cerrado a modo de regalo. Cuando este, contrariado y disgustado lo abre pensando en un cheque a modo compensatorio, se da cuenta de que contiene solo una gran cantidad de trozos de papel. Cuando termina de armar el rompecabezas se da cuenta de que es la confesión de Basil Yanko.

Forma una pequeña pirámide con la confesión hecha pedazos por Harlequin y le da fuego y todos observan divertidos mientras el fuego devora la única prueba contra Yanko. Claro, el famoso e inescrupuloso banquero, no lo sabe y ahí está el verdadero secreto.

Opinion

Un thriller de otros tiempos, con el ritmo justo sin ser excesivo. Con muertos como cualquiera buena novela policial puede pretender, pero sin la presencia constante de la sangre que parece gotear de las propias páginas como en tantos libros.

Con el mínimo de sexo que puede existir en una relacion a veces compleja entre hombres, mujeres y negocios. Pero sin abundar en detalles escabrosos sobre escenas sexuales.

La lectura es más que agradable y solo el sueño nos puede inducir a abandonar transitoriamente la misma.

Pero lo más curioso y destacado de la novela es lo premonitorio de la misma a medio siglo de distancia.

Quizás Morris West en los umbrales de su propia muerte en los últimos estertores del viejo milenio (falleció en 1999) haya podido ver actuados en la realidad financiera mundial que ya comenzaba a ser cada vez más compleja e intrincada, muchos de los aspectos descritos en este libro.

Como Julio Verne, Come Georges Orwell creo que también West fue un precursor no solo en su estilo sino también en sus ideas.

Fuente

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